Hola,
Soy Nieves Frechilla, educadora social y máster en musicoterapia, además de cantante y compositora.
Como educadora social, he dedicado mi carrera a acompañar a menores en riesgo de exclusión social, utilizando mi conocimiento y sensibilidad para brindarles apoyo y esperanza en momentos difíciles.
He tenido la oportunidad de trabajar como musicoterapeuta en la fundación "Menudos Corazones", donde empleé la música como herramienta terapéutica para ayudar a niños con problemas cardíacos. Mi experiencia también abarca el ámbito de la discapacidad, donde colaboré con la fundación "Amas Social", promoviendo el desarrollo emocional y creativo de personas con diversas discapacidades.
Durante más de cuatro años, desempeñé un papel crucial como musicoterapeuta en el Hospital de Cuidados Vianorte-Laguna, ayudando a pacientes a encontrar consuelo y alivio a través de la música en momentos críticos de sus vidas.
Actualmente, soy parte de la Fundación "Porque Viven", donde trabajo como musicoterapeuta en la unidad de cuidados paliativos pediátricos del Hospital Universitario Infantil Niño Jesús, y también brindo atención domiciliaria a niños en cuidados paliativos. Mi enfoque en la musicoterapia va más allá del tratamiento de enfermedades, centrándose en descubrir las capacidades creativas y emocionales de cada individuo. Creo firmemente en que trabajar con las emociones puede transformar vidas, y mi labor diaria es un reflejo de esta convicción.
Soy también la creadora del proyecto "Re-componiendo las emociones", un programa de acompañamiento a través de la música y las palabras para iluminar vidas, utilizando la música como un canal directo para trabajar las emociones e integrar las experiencias vitales. Mi objetivo es ayudar a las personas a RE-COMPONER su conciencia emocional, fluyendo con la música.
La música es más que un simple sonido; es la fuente de vida que nutre el alma. Notas y compases reflejan la esencia humana, una vibración profunda de nuestro ser.
Como el agua que fluye incesante, la música recorre nuestro cuerpo, revitalizando cada rincón, cada emoción adormecida.
Es un lenguaje sin palabras que comunica lo inexpresable, un conector de corazones, trascendiendo barreras y uniendo almas en un latido común. En la armonía de sus melodías encontramos refugio, en sus ritmos, el pulso de la vida misma, y en sus silencios, la pausa necesaria para escuchar lo que realmente importa.
La música nos recuerda que estamos vivos, que en cada acorde hay una oportunidad de renacer, de recomponer lo que el tiempo ha desdibujado. Es el aliento vital que nos impulsa a seguir adelante.
Así, cada vez que permitimos que la música nos envuelva, bebemos de esta fuente eterna de vida, renovando nuestras fuerzas, sanando nuestras heridas, y descubriendo que, en cada canción, en cada vibración, reside el secreto para vivir plenamente